Facendera - Óscar García Sierra
Una novela con sexo, drogas y coches tuneados sobre jóvenes sin horizontes en una España desolada.
La facendera es un tipo de trabajo comunitario que moviliza a todo un pueblo con un mismo fin. El narrador de esta novela le explica el término a Aguedita en medio de una fiesta, en la que le cuenta una historia que ella va interrumpiendo con sus preguntas. Una historia sobre el hijo de la farmacéutica y la hija de El de los piensos, sobre un pueblo leonés donde han clausurado las minas, se va a demoler la central térmica y no hay futuro alguno. Una historia sobre gente sin expectativas que consume ladrillos. Y también una historia de amor, de coches tuneados y quedadas en el parking de la gasolinera, de polvos en las ruinas de la ermita, de experimentos con gallos y con testículos de gallos. Y, sobre todo, la historia de quien cuenta historias para seducir, manipular, para engatusar.
Una novela sobre lo que es ser joven en un pueblo de mierda, sobre una España desolada, pero también, descarada y radicalmente, contra ella: esa España etiquetada a la que quizá pueda salvar una ficción colectiva y una cierta idea de comunidad.
«Industria desmantelada, concursos de decibelios, ansiolíticos, fiestas de demolición: una novela ruralita que acaba con las novelas ruralitas, o al menos con sus corderitos y sus suspiros. Una chica. Las mañas del contar. Y la convicción fatal de que toda peripecia individual es una peripecia colectiva» (Luis Magrinyà).
«Como si estuvieras en una fiesta llena de desconocidos y, de pronto, alguien a quien no le puedes ver bien el rostro comenzase a contar una historia tan dulce, tan enganchona y tan oscura que no quisieras apartar la atención de su voz ni por un segundo. Eso es lo que sentí al leer la primera novela de Óscar García Sierra: indefensión, rareza, ternura y ebriedad. Lo cierto es que todavía no he conseguido salir de las fauces de Facendera. Si fuera tú, me dejaría arrollar» (Luna Miguel).
Una novela con sexo, drogas y coches tuneados sobre jóvenes sin horizontes en una España desolada.
La facendera es un tipo de trabajo comunitario que moviliza a todo un pueblo con un mismo fin. El narrador de esta novela le explica el término a Aguedita en medio de una fiesta, en la que le cuenta una historia que ella va interrumpiendo con sus preguntas. Una historia sobre el hijo de la farmacéutica y la hija de El de los piensos, sobre un pueblo leonés donde han clausurado las minas, se va a demoler la central térmica y no hay futuro alguno. Una historia sobre gente sin expectativas que consume ladrillos. Y también una historia de amor, de coches tuneados y quedadas en el parking de la gasolinera, de polvos en las ruinas de la ermita, de experimentos con gallos y con testículos de gallos. Y, sobre todo, la historia de quien cuenta historias para seducir, manipular, para engatusar.
Una novela sobre lo que es ser joven en un pueblo de mierda, sobre una España desolada, pero también, descarada y radicalmente, contra ella: esa España etiquetada a la que quizá pueda salvar una ficción colectiva y una cierta idea de comunidad.
«Industria desmantelada, concursos de decibelios, ansiolíticos, fiestas de demolición: una novela ruralita que acaba con las novelas ruralitas, o al menos con sus corderitos y sus suspiros. Una chica. Las mañas del contar. Y la convicción fatal de que toda peripecia individual es una peripecia colectiva» (Luis Magrinyà).
«Como si estuvieras en una fiesta llena de desconocidos y, de pronto, alguien a quien no le puedes ver bien el rostro comenzase a contar una historia tan dulce, tan enganchona y tan oscura que no quisieras apartar la atención de su voz ni por un segundo. Eso es lo que sentí al leer la primera novela de Óscar García Sierra: indefensión, rareza, ternura y ebriedad. Lo cierto es que todavía no he conseguido salir de las fauces de Facendera. Si fuera tú, me dejaría arrollar» (Luna Miguel).
Una novela con sexo, drogas y coches tuneados sobre jóvenes sin horizontes en una España desolada.
La facendera es un tipo de trabajo comunitario que moviliza a todo un pueblo con un mismo fin. El narrador de esta novela le explica el término a Aguedita en medio de una fiesta, en la que le cuenta una historia que ella va interrumpiendo con sus preguntas. Una historia sobre el hijo de la farmacéutica y la hija de El de los piensos, sobre un pueblo leonés donde han clausurado las minas, se va a demoler la central térmica y no hay futuro alguno. Una historia sobre gente sin expectativas que consume ladrillos. Y también una historia de amor, de coches tuneados y quedadas en el parking de la gasolinera, de polvos en las ruinas de la ermita, de experimentos con gallos y con testículos de gallos. Y, sobre todo, la historia de quien cuenta historias para seducir, manipular, para engatusar.
Una novela sobre lo que es ser joven en un pueblo de mierda, sobre una España desolada, pero también, descarada y radicalmente, contra ella: esa España etiquetada a la que quizá pueda salvar una ficción colectiva y una cierta idea de comunidad.
«Industria desmantelada, concursos de decibelios, ansiolíticos, fiestas de demolición: una novela ruralita que acaba con las novelas ruralitas, o al menos con sus corderitos y sus suspiros. Una chica. Las mañas del contar. Y la convicción fatal de que toda peripecia individual es una peripecia colectiva» (Luis Magrinyà).
«Como si estuvieras en una fiesta llena de desconocidos y, de pronto, alguien a quien no le puedes ver bien el rostro comenzase a contar una historia tan dulce, tan enganchona y tan oscura que no quisieras apartar la atención de su voz ni por un segundo. Eso es lo que sentí al leer la primera novela de Óscar García Sierra: indefensión, rareza, ternura y ebriedad. Lo cierto es que todavía no he conseguido salir de las fauces de Facendera. Si fuera tú, me dejaría arrollar» (Luna Miguel).