La cabeza a pájaros - Marta Fernández Muro
Esta es la historia de una familia construida con fotos, recuerdos prestados, relatos transitivos, fantasías y todas las cosas que una encuentra cuando tiene tiempo de abrir los baúles. Una historia de cuatro generaciones que tiene su nido en la vieja Perfumería Inglesa de Madrid y que se deshace en el vuelo de un millar de pájaros.
Marta Fernández-Muro (Madrid, 1950) es uno de los rostros inolvidables del cine y la televisión española. De Los restos del naufragio a Justo antes de Cristo, pasando por Arrebato, Volver a empezar, Laberinto de pasiones, Turno de oficio, La huella del crimen, Todos a la cárcel o La comunidad.
Estoy de pie delante del balcón. En la mano derecha tengo un café con hielo y en la izquierda un cigarrillo porque voy a volver a fumar. Y a mover las agujas del reloj como me dé la gana.
Si refresca de noche, se forma una pequeña corriente entre el cuarto de estar y la ventana del baño que da al patio interior. Por ese hueco me llega el sonido de los vecinos, casi siempre la voz del locutor que narra los Juegos Olímpicos.
Mi piso nuevo está solo a cuatro manzanas de la casa de la calle de San Agustín número 3, en la que vivieron mis abuelos maternos, mis padres después de casarse y en la que yo nací.
De este mundo que me creó y sostuvo salí en 1970, inmersa en una circunstancia que me impidió ver lo que estaba sucediendo y que nunca volvería a repetirse: yo tenía veinte años y estaba enamorada.
Esta es la historia de una familia construida con fotos, recuerdos prestados, relatos transitivos, fantasías y todas las cosas que una encuentra cuando tiene tiempo de abrir los baúles. Una historia de cuatro generaciones que tiene su nido en la vieja Perfumería Inglesa de Madrid y que se deshace en el vuelo de un millar de pájaros.
Marta Fernández-Muro (Madrid, 1950) es uno de los rostros inolvidables del cine y la televisión española. De Los restos del naufragio a Justo antes de Cristo, pasando por Arrebato, Volver a empezar, Laberinto de pasiones, Turno de oficio, La huella del crimen, Todos a la cárcel o La comunidad.
Estoy de pie delante del balcón. En la mano derecha tengo un café con hielo y en la izquierda un cigarrillo porque voy a volver a fumar. Y a mover las agujas del reloj como me dé la gana.
Si refresca de noche, se forma una pequeña corriente entre el cuarto de estar y la ventana del baño que da al patio interior. Por ese hueco me llega el sonido de los vecinos, casi siempre la voz del locutor que narra los Juegos Olímpicos.
Mi piso nuevo está solo a cuatro manzanas de la casa de la calle de San Agustín número 3, en la que vivieron mis abuelos maternos, mis padres después de casarse y en la que yo nací.
De este mundo que me creó y sostuvo salí en 1970, inmersa en una circunstancia que me impidió ver lo que estaba sucediendo y que nunca volvería a repetirse: yo tenía veinte años y estaba enamorada.
Esta es la historia de una familia construida con fotos, recuerdos prestados, relatos transitivos, fantasías y todas las cosas que una encuentra cuando tiene tiempo de abrir los baúles. Una historia de cuatro generaciones que tiene su nido en la vieja Perfumería Inglesa de Madrid y que se deshace en el vuelo de un millar de pájaros.
Marta Fernández-Muro (Madrid, 1950) es uno de los rostros inolvidables del cine y la televisión española. De Los restos del naufragio a Justo antes de Cristo, pasando por Arrebato, Volver a empezar, Laberinto de pasiones, Turno de oficio, La huella del crimen, Todos a la cárcel o La comunidad.
Estoy de pie delante del balcón. En la mano derecha tengo un café con hielo y en la izquierda un cigarrillo porque voy a volver a fumar. Y a mover las agujas del reloj como me dé la gana.
Si refresca de noche, se forma una pequeña corriente entre el cuarto de estar y la ventana del baño que da al patio interior. Por ese hueco me llega el sonido de los vecinos, casi siempre la voz del locutor que narra los Juegos Olímpicos.
Mi piso nuevo está solo a cuatro manzanas de la casa de la calle de San Agustín número 3, en la que vivieron mis abuelos maternos, mis padres después de casarse y en la que yo nací.
De este mundo que me creó y sostuvo salí en 1970, inmersa en una circunstancia que me impidió ver lo que estaba sucediendo y que nunca volvería a repetirse: yo tenía veinte años y estaba enamorada.