A mordiscos la orquídea - Joan Daròs
Grau no ronca. Ni siquiera esta vez, resaca sobre resaca, ronca al dormir. Así de bien hecho está. Solo una respiración suave, rítmica, hipnótica. Gisbert lo vela con la nariz y la boca enrojecidas. Hay entre ellos un hilo invisible. Diría que los pies de Grau estaban en su regazo hasta hace una milésima de segundo. Hay un recuerdo del peso de sus talones en la toalla blanca. Los dos hombres están unidos por un calor reciente, un pulso compartido, una respiración acompasada. No veo a Clara en cubierta, pero la siento cerca, conectada a ese hilo transparente.
Ganadora del primer Premio Asterisco de Narrativa Queer. #PANQ
Cinco personajes pasan el verano alrededor de una piscina rosa. Uno de ellos no pertenece a la familia. Se trata del profesor de inglés que han contratado para no descuidar la educación de Júlia. Una niña, un profesor y tres adultos: Clara, Gisbert y Grau.
Durante una excursión en barco las sombras se revelan sobre el rostro del misterioso profesor, una especie de señor Ripley aparentemente inofensivo que puede tornarse de presa en depredador en cualquier momento.
Como en un romance entre Corín Tellado y Patricia Highsmith arrastrado hasta el siglo XXI, la familia aparece en forma de ansiado santuario, y sus trampas se desactivan al sustituir la figura del hombre heterosexual por tres hombres que se desean. Pero pronto, como en una fuga psicogénica lynchiana, el santuario parece ofuscar toda la violencia del mundo como un traicionero y lujoso espejismo rosa.
Grau no ronca. Ni siquiera esta vez, resaca sobre resaca, ronca al dormir. Así de bien hecho está. Solo una respiración suave, rítmica, hipnótica. Gisbert lo vela con la nariz y la boca enrojecidas. Hay entre ellos un hilo invisible. Diría que los pies de Grau estaban en su regazo hasta hace una milésima de segundo. Hay un recuerdo del peso de sus talones en la toalla blanca. Los dos hombres están unidos por un calor reciente, un pulso compartido, una respiración acompasada. No veo a Clara en cubierta, pero la siento cerca, conectada a ese hilo transparente.
Ganadora del primer Premio Asterisco de Narrativa Queer. #PANQ
Cinco personajes pasan el verano alrededor de una piscina rosa. Uno de ellos no pertenece a la familia. Se trata del profesor de inglés que han contratado para no descuidar la educación de Júlia. Una niña, un profesor y tres adultos: Clara, Gisbert y Grau.
Durante una excursión en barco las sombras se revelan sobre el rostro del misterioso profesor, una especie de señor Ripley aparentemente inofensivo que puede tornarse de presa en depredador en cualquier momento.
Como en un romance entre Corín Tellado y Patricia Highsmith arrastrado hasta el siglo XXI, la familia aparece en forma de ansiado santuario, y sus trampas se desactivan al sustituir la figura del hombre heterosexual por tres hombres que se desean. Pero pronto, como en una fuga psicogénica lynchiana, el santuario parece ofuscar toda la violencia del mundo como un traicionero y lujoso espejismo rosa.
Grau no ronca. Ni siquiera esta vez, resaca sobre resaca, ronca al dormir. Así de bien hecho está. Solo una respiración suave, rítmica, hipnótica. Gisbert lo vela con la nariz y la boca enrojecidas. Hay entre ellos un hilo invisible. Diría que los pies de Grau estaban en su regazo hasta hace una milésima de segundo. Hay un recuerdo del peso de sus talones en la toalla blanca. Los dos hombres están unidos por un calor reciente, un pulso compartido, una respiración acompasada. No veo a Clara en cubierta, pero la siento cerca, conectada a ese hilo transparente.
Ganadora del primer Premio Asterisco de Narrativa Queer. #PANQ
Cinco personajes pasan el verano alrededor de una piscina rosa. Uno de ellos no pertenece a la familia. Se trata del profesor de inglés que han contratado para no descuidar la educación de Júlia. Una niña, un profesor y tres adultos: Clara, Gisbert y Grau.
Durante una excursión en barco las sombras se revelan sobre el rostro del misterioso profesor, una especie de señor Ripley aparentemente inofensivo que puede tornarse de presa en depredador en cualquier momento.
Como en un romance entre Corín Tellado y Patricia Highsmith arrastrado hasta el siglo XXI, la familia aparece en forma de ansiado santuario, y sus trampas se desactivan al sustituir la figura del hombre heterosexual por tres hombres que se desean. Pero pronto, como en una fuga psicogénica lynchiana, el santuario parece ofuscar toda la violencia del mundo como un traicionero y lujoso espejismo rosa.